A vueltas con los espacios para el arte, hoy hemos estado en un sitio estupendo, donde la sorpresa no viene tanto de lo allí expuesto, sino del lugar donde se expone. Y no me refiero tanto al espacio físico como a las coordenadas geográficas que marcaba nuestro GPS.
Puede que lo que alberga este pequeño museo se pudiera admirar en cualquier otro museo de una ciudad mediana, o posiblemente en alguna galería selecta de una gran ciudad.
Sin embargo, lo realmente asombroso de este espacio es que se halla casi en medio de la naturaleza, en un pueblo de 500 habitantes. A poco más que leáis ya sabéis de qué lugar os hablo...
Pues sí, hoy hemos vuelto a Genalguacil a disfrutar de la cotidianeidad del arte (y la artesanía) en sus calles y en también en este museo, humilde en su continente pero soberbio en su contenido.
Puede que esta promiscuidad del arte y la vida sólo pueda darse en lugares como éste. No lo sé. Lo cierto es hoy pueden llegar al resto del mundo propuestas tan interesantes como ésta desde el confín más lejano de la periferia, no sólo manteniendo su carácter, sino aportando a los grandes centros del arte valores olvidados o perdidos hace tiempo.
¿Y tú crees que para disfrutar del arte el único modo es viajar a Madrid o Barcelona?